Como siempre, es necesario hacer el ejercicio de mirar el pasado reciente de este país, y es necesario porque también es nuestro presente: este presente de “sociedad del bienestar”, que genera miseria, desigualdad, explotación y discriminación. Combatir esta amnesia colectiva de forma constante debe ser un objetivo en la lucha antifascista.
El proceso democrático que supuso una continuación del franquismo, con una cara más amable y con hechos vergonzosos de parte de a quienes se les suponía de nuestra parte, la parte antifascista. Hechos como son los asesinatos de Bahía de Pasaia, los GAL, pactos de la Moncloa o la Ley de amnistía (que dejó libre a todos los torturadores y criminales del franquismo, muchos de los que ocuparon cargos públicos en la democracia), o los hacinamientos y torturas en cárceles de quienes no gozaron de la ley de amnistía (presos políticos y comunes, muchos y muchas del colectivo LGTBI) de acuerdo a la ley de peligrosidad social, abolida en 1989.
La mirada fría de estos nuevos demócratas de izquierda ante muchas torturas y asesinatos impunes de gente ajusticiada por el fascismo en medio de sus procesos democráticos, compañeras, amigas, hermanas y hermanos como Agustín Rueda, Jacinto Ávalos, Arturo Ruiz, Yolanda Gonzales, Pedro Álvarez…, nos da una idea clara de hasta qué punto son cómplices de la impunidad y el horror y hasta qué punto sellaron su boca a cambio de poder, dinero y estatus. Gente miserable abanderando sus logros de paz social, que empeñó nuestro pasado y futuro, y que se vende en los libros de historia como garante de la libertad.
Video del Homenaje a Durruti en Barcelona (20-11-2021)
Por esto es necesario recordar y nunca olvidar el dolor, el sacrificio y toda la lucha de nuestra gente honesta, porque nuestra historia, la de verdad, no la puede deformar el bombardeo de medios de comunicación fascista y capitalista, con demagogia e historia oficial. La historia oficial hace que retrocedamos y que no podamos posicionarnos claramente, contra la monarquía, contra la desfachatez del fascismo y contra las trampas judiciales (no libres de ideología) que pueden encerrar a alguien más del tiempo permitido por ser anarquista. Porque aquí somos todos terroristas, excepto los fascistas y los que pliegan a los intereses de un modelo social de sumisión, dónde somos fuerza de trabajo y de consumo.
Tenemos nula confianza en las instituciones. Que se coman los socialistas democráticos y la izquierda institucional su basura chantajista de sumisión ante el juego democrático y sus poltronas. Una cosa tenemos clara: los cambios llegaran cuando la población sea consciente y sepa a ciencia cierta que no nos darán nada que no arranquemos como fuerza real de oposición.
El fascismo formal, por otro lado, hoy enarbola las formas correctas de luchar: la democracia, las formas cívicas y legales. Esto es sencillo de entender: las leyes favorecen un estado de desigualdad constante, muy cómodo para el poder. Leyes que se han ido consolidando sin mayores dificultades…
El fascismo va haciendo su labor: cada vez es más fácil encontrar discursos apoyados por impunidad mediática y su falta total de moralidad y de códigos mínimamente éticos. Aquí se criminaliza la solidaridad hacia lxs presxs políticxs, pero se puede decir viva franco o homenajear a la división azul. Aquí se frivoliza con la situación penosa de enfrentarse a un desahucio, se fortalecen las leyes que defienden la especulación sin límites de una necesidad básica y se criminaliza al okupa. Se defenestra a la población obrera migrante y se permiten situaciones de semi exclavitud, como es la situación del campo o del servicio doméstico. En el caso de lxs menores, entendemos que se perpetran delitos legales de lesa humanidad contra lxs mismos, al margen de lo humanamente asumible, sus propias leyes, no las cumplen...Sumemos el paro, que todavía algún fascista se permite la sorna de llamarnos vagxs. Sumemos la ausencia de prestaciones que llevan a tener que trabajar en situaciones de enfermedad crónica...
Este es el panorama. Este es el Poder. El sistema ha sabido encajar muy bien sus ideas de fascismo, dónde los medios de comunicación van moldeando a las personas cada vez más cómodas con esta ideología y con la gran oferta de cachivaches online.
Esto va a más y todo este fascismo es sustentado por leyes que no han tenido freno, en buena parte porque la clase obrera delegó su lucha, ya sea en partidos, en sindicatos vendidos o judicatura. También por el individualismo y los falsos valores de la satisfacción y mérito personal.
Están crecidos y se nota por la chulería con la que se pasean en actos públicos, por nuestras calles, ya sean cayetanos, nazis o policía. Se nota en la impunidad con la que hablan en los medios de comunicación...
Así nos vemos hoy, aceptando huelgas convenientes con servicios mínimos abusivos, parcelando la solidaridad en mil causas, reduciendo la lucha a manifestaciones legales que nunca incomodan. Para nosotres es difícil separar el antifascismo de las cuestiones estructurales que como clase nos afectan. El fascismo es tal vez la más clara expresión del Poder, aunque no debemos olvidar aquellas otras formas y expresiones que ignoran y someten al individuo al interés del Capital y el Estado (por mucha apariencia “democrática” con que se las adorne).
Llamamos este 20N a enfrentar al fascismo evidente, así como a replantearnos que el civismo nos está distrayendo de cuestiones elementales. El civismo es la parte de consenso que el poder pactó en un pasado con “nuestros aliados”. El civismo nos ha llevado a cometer errores aceptando leyes que hoy en día sirven para encerrar a nuestra gente. Ahora mismo, la democracia, nos está dejando sin salida.
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